Una mujer atrás de un vidrio empañado

 
      De chico, cuando iba de un lugar a otro con mi vieja (que no manejaba) lo hacía en bondi. Apenas subía con mis cortas patitas y veía el estado poblacional del mismo, me alegraba o decepcionaba en relación a mi expectativa de encontrar un asiento vacío.      

Sinceramente apoyar el culo no era lo que motivaba dirigir mi atención a la cara de los pasajeros para así adivinar en cuántas paradas se bajaban según estuvieran o no siguiendo el recorrido del colectivo con sus narices. El gran anhelo era la ventanilla, y si era un día Oasis (lluvioso), era mas lindo. Tenía todo su atractivo estar pegado al visor móvil que se disponía por encima del nivel del piso compartido por los transeúntes, entonces veía a la gente adulta desde arriba (como nunca de pibe). Además no me veían y sus reacciones no tenían nada que ver con mi curiosa mirada.

   Ser internauta tiene mucho de voyeur también, de hecho pasamos horas mirando por esta ventana (o Windows) en la que se lee esto. Las mediciones de consumo ciberespacial afirman que el principal producto en la lista es: pornografía a la carta. En estos días es tan variada la oferta en esta materia que me hace dudar sobre el futuro de ciertos programas o canales de TV (la otra ventana) que parecen estar transformándose gradualmente en eróticos, lo cual lejos de asustarme, demuestra que el entretenimiento está cada vez mas ligado a los deseos básicos del ser humano.


       

 

      Mirar por la ventana puede tener que ver con jugar a ser el "hombre" invisible (o la mujer), y todo el poder que da vigilar (sin castigar). O como usar lentes negros y que nadie sepa qué, ni cómo estas mirando ¿Y los realitys shows? ¿Y la cámara oculta? ¿Y la camarita que muestra la puerta de nuestro hogar?





 Aceptémoslo, la dinámica de nuestro juego ya no está en experimentar abriendo las puertas de nuestra percepción exponiéndonos al contraste empírico. No, la era The Doors se acabó, a Jim Morrison solo lo podemos ver a través de Windows.

Lobo